Estrés, ¿es bueno o malo? Aprende a controlarlo.
Estrés, ¿es bueno o malo? Aprende a controlarlo.

Estrés, ¿es bueno o malo? Aprende a controlarlo.

A veces nuestra vida cotidiana se llena de actividad, pensamientos o preocupaciones,  y el estrés es la respuesta de nuestro cuerpo a esta situación de tensión, que normalmente es temporal, y que puede surgir debido a las actividades diarias requeridas antes de salir de casa, por ejemplo, cuidar a los niños, llevarlos al colegio, ir al trabajo, etc.

Durante años se ha formado una falsa idea de lo que es el estrés relacionándolo con una agenda apretada, con ir muy agobiado, tener mucho que hacer. Pero el estrés va más allá de la actividad, también está relacionado con cómo regulamos las emociones que nos causa la presión, sea porque tenemos muchas tareas pendientes u otros problemas y adversidades,  como una enfermedad nuestra o de un familiar, o su muerte; una avería en el coche que se necesita cada día; una entrevista para un empleo…

Y es que desafortunadamente pasamos demasiado tiempo en estados estresantes, pero es que además, todo esto se ha visto incentivado por La inseguridad creada por la pandemia, que potencia de una forma determinante la sensación de «estar en riesgo», causante de los problemas de estrés y ansiedad, palabras que ya forman parte de nuestro vocabulario diario. Y es que Según la OMS, durante la pandemia se ha observado un aumento en los niveles de ansiedad y estrés, con estudios que indican que alrededor de un tercio de los adultos manifiestan angustia.

Podemos decir que el estrés se ha instalado en la sociedad e incluso se ha normalizado como parte de nuestro estilo de vida, llegando a convertirse en el verdadero mal del siglo, ya que afecta a millones de personas a diario y realmente puede arruinar la vida cotidiana y la salud mental, debido a los síntomas físicos y psicológicos asociados. y por eso es importante que pueda reconocerlo y saber qué hacer y cómo reducirlo. Y es que a pesar de que todos conocemos la palabra estrés, sin embargo, ser capaz de identificar cuándo aparece es complicado. Para ello, es necesario conocer ciertas cosas que te explicare a continuación.

El estrés es una respuesta natural del organismo, es nuestra particular forma de afrontar y adaptarnos a las diversas situaciones y demandas que nos vamos encontrando en nuestra vida

¿Qué es estrés ?

Llamamos estrés al estado de fatiga mental causado por la exigencia, el ruido excesivo o incluso una alimentación poco saludable. Aunque en realidad no existe un consenso real sobre la definición de estrés, lo que puede dificultar su medición, y es que todos tenemos nuestra propia definición de estrés. El más común es probablemente: “tensión física, mental o emocional o agobio”. Otra definición popular es “un estado o sentimiento sentido cuando una persona percibe que una demanda excede los recursos sociales personales e individuales que puede movilizar”.

Lo que sí que podemos tener claro es que el estrés es una respuesta natural del organismo, es nuestra particular forma de afrontar y adaptarnos a las diversas situaciones y demandas que nos vamos encontrando en nuestra vida. Nos ha servido para sobrevivir a lo largo de todos los tiempos, ya que provoca una activación general del organismo que permite adaptarnos a los cambios que se producen a nuestro alrededor. Estos cambios exigen de nosotros un sobreesfuerzo y por tanto ponen en peligro nuestro bienestar personal. Si ante estas situaciones percibimos que no tenemos los recursos necesarios para afrontarlas, entonces aparece el estrés.

Deberían incluir las tres facetas (estrés negativo o distress, estrés neutral y estrés bueno o eustress).  Esta es la diferencia entre el estrés bueno y el malo.

Tipos de estrés ¿bueno o malo?

Asociamos la palabra estrés con la angustia, el pesar y el agobio, y es que, cuando experimentamos esta sensación solemos sentirnos fatigados, atosigados… es decir, sentimos malestar. Por ello nos parece que el estrés sea algo de lo que todo el mundo quiere escapar constantemente, pero puede que el estrés no sea tan malo como nos parece, ya que es cierto que existe un estrés saludable, que nos permite ser más productivos, es decir, hay un buen estrés: por ejemplo, ganar una carrera o unas elecciones puede ser tan estresante como perderlo.

A pesar de todo, nuestras definiciones tienden a centrarse en el estrés negativo, cuando deberían incluir las tres facetas (estrés negativo o distress, estrés neutral y estrés bueno o eustress).  Esta es la diferencia entre el estrés bueno y el malo.

Euestrés (estrés bueno)

El estrés no siempre tiene consecuencias negativas, en ocasiones su presencia representa una excelente oportunidad para poner en marcha nuevos recursos personales, fortaleciendo así la autoestima e incrementando las posibilidades de éxito en ocasiones futuras.

De modo que hay un matiz de este estado de estrés, el denominado «eustrés», también llamado estrés positivo, que resulta un elemento esencial en nuestra vida, ya que gracias a él, disponemos de ese impulso que nos motiva a realizar lo que tenemos que hacer, y, por lo tanto, nos guía a la acción. Este tipo de estrés positivo tiene una función adaptativa y va desapareciendo según vayamos resolviendo nuestras “tareas pendientes”.

Del estrés podemos sacar provecho si sabemos escuchar y observar de qué nos está avisando. Por ejemplo, es bueno que un examen nos preocupe, porque hará que dediquemos más tiempo a prepararlo y saquemos buena nota. También es bueno mantenernos alerta al volante, porque reduce las posibilidades de sufrir un percance. Son situaciones en las que el estrés está cumpliendo su finalidad adaptativa y movilizando nuestros recursos para adaptarnos a la situación y ayudarnos a lograr nuestros objetivos de un modo eficiente.

Distrés (estrés malo)

Entonces, ¿cuándo es el estrés un problema? Cuando tu entorno te exige utilizar competencias que no tienes adquiridas, tu nivel de estrés aumenta porque tienes una demanda más alta desde fuera de la que puedes asumir. Es en ese momento es cuando aparece el «estrés malo», ese que te desestabiliza, y que te genera reacciones como alteraciones de sueño, taquicardias, dolores musculares o cefaleas tensionales. Nos saturamos de tal manera que no somos capaces de realizar tareas que en principio son fáciles para nosotros y cometemos muchos más fallos.

Todo ello puede llevar a consecuencias muy graves para la salud, tanto física como mental de la persona que lo padece, como por ejemplo sufrir enfermedades cardiacas, ansiedad o depresión.

Más que tener que correr mucho o hacer muchas cosas, estresa el no estar conforme con lo que haces, creer que no actúas como deberías actuar. Es decir que la presión que nos provoca el estrés no es sólo externa, si no también puede venir de nosotros mismos.

¿Cuáles son los desencadenantes del estrés?

De mayor a menor frecuencia, lo que desencadena el estrés son el trabajo (ya sea por tener mucho o por la falta de empleo), las relaciones personales de pareja, con los hijos, con padres, una pérdida… y los problemas económicos. Pero una sensación de éxito, de fracaso, de falta de aprobación de los demás en las redes sociales, nos puede causar tanto estrés como una actividad frenética. Igual que tener que adquirir una habilidad, renunciar a algo, aceptar algo desagradable… 

Más que tener que correr mucho o hacer muchas cosas, estresa el no estar conforme con lo que haces, creer que no actúas como deberías actuar. Es decir que la presión que nos provoca el estrés no es sólo externa, si no también puede venir de nosotros mismos.

Por ello el estrés es muy subjetivo y un mismo hecho no resulta igual de estresante para todas las personas, ni siquiera en todas las circunstancias o momentos de la vida para el mismo sujeto. Esto viene determinado por varios factores:

Las capacidades personales para hacerle frente: mientras alguien puede considerar un ascenso laboral como una amenaza, para otra persona puede suponer un reto personal.

La manera de enfrentarse a las dificultades: las personas tenemos diferentes estilos de reaccionar ante las circunstancias que demandan un esfuerzo de nuestra parte, de modo que podemos actuar negando el problema, aplazándolo o poniendo en marcha conductas de autocontrol y todo ello a su vez nos lleva a tener diferentes percepciones del estrés.

Apoyo social: el número y calidad de relaciones que mantenemos con los que nos rodean puede servir como amortiguadores o amplificadores de los acontecimientos que nos provocan estrés, así como la habilidad para pedir consejo o ayuda.

La respuesta de estrés ante una determinada situación pasa por diferentes fases desde su comienzo hasta que alcanza su máximo de intensidad.

¿Cuáles son las fases del estrés?

La respuesta de estrés ante una determinada situación pasa por diferentes fases desde su comienzo hasta que alcanza su máximo de intensidad. Cada una de ellas posee una serie de características y reacciones fisiológicas concretas en el organismo, las cuales nos permiten ubicar las diferentes señales de peligro y amenaza. Es muy importante conocerlas para saber identificarlas y determinar si estamos en alguna de ellas.

  1. Fase de alarma o huida.

El estrés tiene lugar cuando nos encontramos con una situación que implica alguna amenaza o riesgo. Frente a ello, la reacción normal de un ser humano es prepararse para el ataque o la huída, desarrollando la respuesta al estrés, esta se refiere a una serie de cambios fisiológicos y bioquímicos que se dan en el cuerpo para producir el máximo de energía y así poder escapar de la amenaza o el riesgo.

Se pone en marcha nuestro cerebro dando lugar a un aumento del nivel de adrenalina, de la glucosa en sangre, la presión sanguínea, los latidos del corazón. También se cierra el sistema digestivo y se produce una mayor tensión muscular. Todas estas respuestas son normales y necesarias para que la persona tenga energía suficiente para salir corriendo y huir del enemigo y de la situación de peligro.

  1. Fase de adaptación o resistencia.

 La segunda fase se produce cuando se mantiene la situación de estrés y se van acumulando en el cuerpo las sustancias químicas producidas en la primera fase. Es entonces cuando se activa un mecanismo biológico de autoprotección y autopreservación, por el cual el organismo busca recuperar el equilibrio. Sin embargo, a veces el estímulo estresante permanece, bien sea de forma real o imaginaria. La consecuencia de esta bomba química es el mantenimiento de la situación de alerta sin que se produzca relajación. Por lo tanto, el organismo no puede volver a su estado de equilibrio y comienzan a aparecer los primeros síntomas del estrés.

  1. Fase de agotamiento.

Si el problema continúa durante mucho tiempo, se entra en la tercera de las fases del estrés. En esta etapa ya estamos hablando de un problema más serio. Permanecen todos los síntomas anteriores, pero son más permanentes e intensos.

El estrés se convierte en crónico y se mantiene durante un tiempo, produciendo debilidad, bajada de las defensas, disminución de la resistencia física… La sensación es de estar superado, se descansa mal, se vive con prisas y sensación de angustia permanente, depresión, desánimo y deseo de huida a cualquier parte para alejarse de la situación, disminución de memoria y de orientación espacial.

Lo más frecuente es que en esta fase aparezcan las enfermedades físicas, que el sistema inmunológico se debilite y esto lleve a estar más expuesto a enfermedades provocadas por virus o bacterias. También puede ocurrir que aparezcan migrañas, dolores musculares y un estancamiento emocional muy fuerte.

Cuando estás en la última de las fases del estrés, el asunto se torna más complejo. En esos casos, lo más aconsejable es acudir a una psicoterapia. Es probable que resulte imposible clarificar la mente y las emociones por uno mismo y se requiere ayuda profesional. No debemos esperar mucho tiempo para solicitar ese apoyo psicológico, ya que el estrés puede tener consecuencias tan importantes como negativas.

Es importante atender a algunas de las señales del cuerpo y la mente que nos indican que necesitamos ponernos manos a la obra para gestionar el estrés que estamos viviendo.

Señales que indican que debo actuar

Los seres humanos vivimos inmersos en rutinas que nos atan, nos desgastan y que no nos llenan. Hasta que, de repente, llega un día en que nuestro cuerpo y mente nos envían un mensaje “ya no más”. Sin embargo, lo que la mayoría de la gente suele hacer es dejar que pase el tiempo sin analizar lo que sienten y sin actuar, pensando que la situación cambiará por sí sola, que todo se resolverá sin que hagamos nada.

Es importante atender a algunas de las señales del cuerpo y la mente que nos indican que necesitamos ponernos manos a la obra para gestionar el estrés que estamos viviendo. Para ello debemos parar y observar qué está provocando ese desequilibrio vital que nos impide avanzar y tener tiempo de calidad, tanto para nosotros mismos como para nuestros seres queridos. De modo que los principales síntomas de alerta pueden ser:

Síntomas físicos

Los síntomas somáticos que refleja el cuerpo van desde

  • Dolor de cabeza
  • Migrañas
  • Disminución del apetito
  • Dolor de cuello, los hombros y la espalda
  • Tensión muscular
  • Dolor de estómago o la sensación de tener un nudo en la garganta
  • Sentir peso en el pecho.
  • También podrían derivar en enfermedades como erupciones de la piel, infecciones o problemas intestinales.

Síntomas psicológicos

Los síntomas psicológicos pueden incluir

  • Irritabilidad
  • Ansiedad (nos vamos al pasado o al futuro a interpretar la realidad presente como negativa o amenazante)
  • Disminución de la concentración
  • Enfadarse con facilidad
  • Sensación de inquietud
  • Dificultad para dormir
  • Tristeza
  • Culpa
  • Preocupación
  • Llanto
  • Cansancio.

Conocer las diferentes formas en las que se puede manifestar el estrés te ayudarán a saber parar a tiempo y analizar qué está pasando. De esta forma, una vez lo hayamos identificado, podrás afrontar el problema y recuperar las riendas de tu vida.

Para que esto no te ocurra es importante adquirir herramientas para afrontar las situaciones que te provocan estrés y que te ayudarán a enfrente a las dificultades del día a día de manera menos amenazante.

¿Qué puede ayudarte a no estresarte demasiado?

En principio, estamos preparados para afrontar las dificultades de la vida, para hacer ese esfuerzo extra, pero a veces nos podemos sentir sobrepasados y no ver la forma de salir de una situación angustiosa que se alarga demasiado. Para que esto no te ocurra es importante adquirir herramientas para afrontar las situaciones que te provocan estrés y que te ayudarán a enfrente a las dificultades del día a día de manera menos amenazante.

El primer paso es ir a la raíz del problema, tener localizado qué nos está pasando, tomar decisiones, cambiar cosas, conseguir controlar el estrés que pueda afectarnos negativamente y evitar que se convierta en una patología con efectos adversos para nuestra salud. Es importante identificarlo, ponerle nombre y a partir de ahí buscar una solución.

Solo podemos poner remedio a aquello que conocemos, así que para intentar remediarlo vamos a empezar con el diario de estrés para que tomes conciencia de cuáles son los eventos, las personas, los temores, en fin, tus fuentes de estrés.

Diario de estrés

Para llevar a cabo el diario del estrés vas a coger una libreta pequeña que puedas llevar siempre contigo y, en ella, anotarás durante una semana todas aquellas situaciones que te hagan sentir estresada, vulnerable o agobiada.

Posteriormente vas a contestar a las siguientes preguntas:

  1. ¿Qué me ha causado estrés?

Responde de forma directa y clara. Por ejemplo: Tengo una comida familiar y voy a ver a mi cuñada con la que no me llevo nada bien.

  1. ¿Cómo me he sentido del 1 al 10?

Anota el malestar que sientes en ese momento, teniendo en cuenta que el 1 equivale a poco malestar y el 10 al máximo malestar. También puedes añadir una palabra que describa lo que sientes. Por ejemplo: triste, nerviosa, enfadada.

  1. Síntomas físicos.

Anota como se manifiesta el estrés en tu cuerpo para así ser consciente de cómo lo experimentas y saber detectarlo a tiempo. Por ejemplo: sensación de cansancio, manos húmedas, dolor de cabeza…

  1. ¿Cómo he reaccionado?

He llorado, he gritado, me he enfadado con otra persona…

  1. Estrategia útil para gestionar mi estrés

Si has puesto en marcha alguna estrategia que te haya sido de ayuda para gestionar de manera adecuada tu estrés, anótala y así construirás una lista para gestionar esos eventos estresantes en otras ocasiones. Si no has puesto en marcha ninguna estrategia piensa qué te podría haber sido de ayuda en ese momento.

Pasada una semana, apunta las fuentes de estrés con las que te has encontrado, elige las tres más desagradables y recurre a las estrategias antiestrés que has anotado.

Ejemplo de lista de estrategias antiestrés

Si no has conseguido poner en marcha ninguna estrategia útil para gestionar el estrés, no te preocupes porque aquí te dejo un ejemplo de estrategias antiestrés para que las pongas en marcha y te quedes con aquellas que te son de utilidad para controlar el estrés.

  1. Llamar a una persona que siempre tiene palabras positivas para animarte
  2. Darte un baño relajante
  3. Hacer deporte
  4. Jugar con tus hijos o sobrinos, el juego con niños ayuda a desconectar y ver la vida de otra forma.
  5. Dedícate a tu afición
  6. Mira un vídeo divertido, la risa es de gran ayuda para relajarse
  7. Medita durante 15 minutos
  8. Siéntate en silencio 10 minutos
  9. Ve un episodio de tu serie favorita
  10. Date un paseo por la naturaleza

Esto son solo algunos ejemplos, es importante que seas tú el que hace su propia lista porque sabes lo que realmente te funciona.

Aunque, como ya sabes, si pones en marcha estos consejos y no consigues gestionar tu estrés, puede que haya otros factores que estén influyendo. Si consideras que necesitas orientación sobre cómo gestionar esta situación te aconsejo que busques ayuda profesional.

Recibe la ayuda experta que necesitas, para ello, solo tienes que solicitar una primera entrevista informativa gratuita y sin compromiso, para saber cómo trabajo personalmente.

Rellena el siguiente formulario o llama al 697 230 781. Te espero.

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