Ahora que acaban las vacaciones de verano, tenemos que volver a la realidad y volver a la rutina, con lo que ello supone de vernos obligados a volver a ponernos las pilas para adaptarnos a la vida diaria, pero ¿por qué nos cuesta tanto? Es cierto que todo cambio en nuestras vidas puede dar lugar a estrés pero no hay por qué preocuparse solo hay que reajustarse y prepararse para afrontarlo.
Pero es que al típico estrés o depresión postvacional, en esta ocasión hay que unirle el hecho de que, desde hace ya más de un año, nuestra vida y rutina diaria han cambiado y se han visto afectadas de una forma u otra por la pandemia.
Toda esa situación de incertidumbre nos ha desestabilizado a todos, grandes y pequeños, y ha traído consigo consecuencias psicológicas que afectan a nuestra rutina, a nuestra vida, a nuestra convivencia familiar. Durante este tiempo, hemos mostrado resiliencia, es decir, nuestra habilidad para adaptarnos y enfrentar con éxito experiencias difíciles o de adversidad, como la que estamos viviendo.
Sin embargo, es importante fortalecerla tanto a nivel personal como profesional para continuar afrontando y superando esta situación con ánimo y energía con el objetivo de mantener nuestro bienestar.
En este post espero que encuentres ideas y consejos que te sean de ayuda y te animen a afrontar una nueva temporada de trabajo, colegio o de vida en general con mucha alegría y vitalidad.
Volver del periodo vacacional significa cambiar los horarios, vuelta a las obligaciones, un cambio del estilo de vida en general y todos sabemos que a las vacaciones nos adaptamos sin problema pero el caso contrario ya es más complicado.
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¿Qué es la depresión Postvacacional?
Puedes llamarlo síndrome postvacacional, estrés o depresión postvacacional, estos conceptos hacen referencia a los sentimientos de melancolía e irritabilidad, como forma de resistencia psicológica a la adaptación, cuando es necesario afrontar y readaptarnos a la rutina después de pasar una periodo de vacaciones.
Volver a la rutina de nuevo puede dar lugar a lo que llamamos depresión postvacacional, porque desconectamos tanto de la rutina que nos cuesta enfrentarnos nuevamente a las obligaciones del día a día. Las personas tenemos la capacidad de adaptarnos a nuestro entorno y esto es un indicador de bienestar psicológico y salud mental.
Cuando existen dificultades de adaptación, las personas suelen sentir un estado de malestar. Uno de los momentos típicamente conocidos por su dificultad de adaptación para la población general es el regreso de las vacaciones, momento en que la persona debe regresar a su rutina habitual con las responsabilidades y exigencias que conlleva el día a día.
Volver del periodo vacacional significa cambiar los horarios, vuelta a las obligaciones, un cambio del estilo de vida en general y todos sabemos que a las vacaciones nos adaptamos sin problema pero el caso contrario ya es más complicado.
Además, un hecho destacable es que todo esto suele afectar más a las mujeres porque ejercen cada vez más diferentes y más complejos roles sociales, lo que podría provocarles un aumento de ansiedad.
Y es que asumir estos nuevos roles no suele ir acompañado del abandono de los roles tradicionales, como ejercer de cuidadoras de personas, lo cual es imposible de llevar sin que la salud se vea resentida.
No obstante, tanto los síntomas como los tiempos son orientativos, cada persona tiene tiempos distintos y hay que ser flexibles a la hora de interpretar la duración del malestar.
Síntomas más frecuentes de la depresión postvacacional
No estamos hablando de una enfermedad, más bien es un proceso de adaptación que a algunas personas les resulta muy difícil, llegando a sufrir molestias psicológicas y/o físicas como son:
En el plano físico:
- Cansancio, fatiga, sensación de falta de energía.
- Falta de apetito
- Problemas de sueño.
- Molestias gastrointestinales.
En el plano psicológico:
- Bajo estado de ánimo
- Irritabilidad
- Nerviosismo
- Desinterés por actividades que suelen resultar agradables
- Falta de motivación
- Percepción de no ser capaz de adaptarse de nuevo al entorno laboral
Estos síntomas desaparecen al regularizar los horarios de trabajo y descanso, con lo que se trata de un malestar pasajero que no suele durar más de una semana o quince días, dependiendo de la persona y el tiempo que necesite para estabilizarse y volver a la normalidad. Son muchas las personas que después de un par de días inmersos en su rutina comienzan a funcionar con normalidad.
Si ves que pasadas dos semanas no consigues adaptarte y sigues experimentando estos síntomas debes tener en cuenta que puede dar lugar al síndrome de ansiedad generalizada o estrés crónico y esto requiere un tratamiento específico por parte de los profesionales.
No obstante, tanto los síntomas como los tiempos son orientativos, cada persona tiene tiempos distintos y hay que ser flexibles a la hora de interpretar la duración del malestar.
Pero además, volver al puesto de trabajo supone enfrentarse a miedos y sensaciones desconocidos por los trabajadores, ya que en muchos casos han estado más de un año separados de su entorno laboral habitual y ahora regresan a un espacio que aunque parece ser el mismo, reabre con restricciones.
Consejos para superar la depresión postvacacional
Regresar a la rutina después de un placentero descanso no es agradable para casi nadie, pero para algunos llega a ser traumático. Además hay factores externos que van a influir en la manera en que nos podamos readaptar a la rutina, que nos lo pondrán más fácil o más difícil. Por ejemplo, no puedes elegir a tu jefe, a veces tampoco escoges tu puesto de trabajo, pero sí está en tu mano decidir cómo comportarte con ellos, a qué dirigir el foco de atención, y cómo convertir momentos grises en algo más coloridos. El día tiene muchas horas, y saber gestionarlas para estar en equilibrio es una tarea que depende de ti.
En cualquier caso, es interesante no intentar ponerse al día de golpe, ya que esto no suele tener buenos resultados. Todo lo acumulado durante semanas lleva días organizarlo y lo mejor es ir abordándolo poco a poco. Es necesario darse unos días para observar cómo están las cosas, qué hay por hacer y qué es más importante hacer primero. Con calma, tomando los descansos adecuados y siendo pacientes, ya verás que todo volverá a su ser.
Para que no te dejes llevar por todos estos síntomas y te resulte más fácil y llevadero adaptarte al cambio, toma nota de estas ideas que seguro te serán de gran ayuda:
1. El arte de la paciencia
La paciencia es protectora, nos permite atravesar situaciones adversas sin derrumbarnos. Pero necesitamos entrenarla para acostumbrarnos a esperar y soportar que tener todo bajo control es imposible. Recapacitar, reorganizar tu tiempo y prioridades, reflexionar y tomarte un momento para observar que algunas cosas pueden esperar sin que tu mundo se derrumbe, y aprender a saborear el placer de la espera.
Para cuando estés con el ritmo acelerado y necesites echar el freno te puede ser de ayuda buscar una palabra para decírtela a ti mismo. Decirte algo así como dice la canción “calma, mi vida, con calma que nada hace falta…” verás como los niveles de ansiedad disminuyen. Hablarte como si las cosas o las situaciones tuvieran la importancia que realmente tienen, no la que tú le das, a veces parece como si te fuera la vida en ello, y no es verdad. Baja tu nivel de exigencia, fluye, y todo irá a mejor.
Otra idea es poner en práctica el dicho “vísteme despacio que tengo prisa” y reduce una marcha. Cuando te estás acelerado lo que consigues es perder más tiempo, porque al ir tan rápido sueles equivocarte más. Prueba a realizar todo más despacio, ya verás como lo disfrutarás más y te encontrarás más tranquilo.
2. Profecía autocumplida
Es necesario cuidar las expectativas que pones sobre cómo será tu vuelta a la rutina, porque aquello que anticipas en tu mente al final te acaba pasando. Así que, si ya estás penando “qué horror tener que volver a coger el coche todos los días”, “y aguantar a mi compañero de trabajo que es insoportable”, “y los madrugones para llegar a tiempo al colegio”… con este tipo de mensajes estás poniendo la atención en todo lo que te quita energía. No se trata de pedirte que lo veas todo de color de rosa porque puede que esos pensamientos tengan parte de realidad, pero sí que puedes generar en tu mente unas expectativas, también reales, sobre lo que quieres que pase.
Debemos tener claro que no podemos controlar al 100 por 100 la situación porque hay cosas que se escapan a nuestro control, es decir, no podemos controlar los atascos al salir de casa pero si puedes controlar tu reacción o a que vas a dedicar el tiempo de espera en el coche mientras el atasco se disuelve. Tampoco poco puedes controlar el comportamiento de tu compañero de trabajo, pero si la forma en la que te vas a relacionar con él para que te resulte lo menos insoportable posible y no te afecte tanto.
Para ello puedes hacer un pequeño ejercicio:
Crea tu propia historia titulada “mi vuelta a la rutina”. Escribe cómo quieres que sea tu día, centrándote en aquello que puedes controlar y por tanto es tu responsabilidad. Lo que estás haciendo al escribir esta historia es tomar nota de tus objetivos y así aumentarás tu compromiso para llevarlos a cabo. Estás entrenando a tu cerebro para una vuelta a la rutina más favorable.
3. Dedica tiempo a la organización
¿Tienes la sensación de que te pasas todo el día corriendo, no te da tiempo de hacer todo lo que te has propuesto y de que no tienes tiempo para dedicarte a ti? Esto se llama ir estresado por la vida y la culpable es la desorganización. Tener organización en tu día a día te liberará de todo este estrés, así que aprende a dar prioridad a lo más importante, a delegar en otros aquello que no puedas hacer, a dejar para mañana todo lo que no puedas hacer hoy, a pedir ayuda siempre que la necesites. Esta es la única manera de no sobrecargar tu jornada con demasiadas actividades, que sabes de sobra es imposible realizar.
Lo primero que puedes hacer es conseguir una agenda en la que anotarás las actividades a realizar cada día, poniendo un mini descanso entre cada una de ellas. Se trata de unos minutos que te van a permitir desconectar de la actividad anterior y concentrarte en la nueva tarea.
Por las mañanas levántate con tiempo y revisa las tareas anotadas para preparar bien tu jornada, así eliminarás imprevistos y tendrás tu día más organizado.
4. Cuídate
Comer de forma sana, dormir las horas necesarias, dedicarte tiempo, hacer deporte, practicar la relajación… son muchas las actividades a realizar que pueden aportarte bienestar. Coge tu agenda y ve buscando hueco para estas actividades a lo largo de las semanas. Sin no te cuidas nadie lo hará por ti. El autocuidado te permitirá afrontar la vuelta a la rutina con una sonrisa.
5. Primero desconectar para después conectar
Llegas a casa al final del día, es momento de desconectar para disfrutar de la cena, una película, una agradable conversación, una ducha relajante…y tu cabeza sigue conectada al trabajo, a aquellas tareas que te has dejado sin hacer, ¿crees que de esta manera será posible conectar con tu pareja o disfrutar del placer de una buena cena? La desconexión es un derecho que todas las personas tenemos y es primordial que forme parte de nuestra rutina. Piensa “mañana tengo por delante otro nuevo día para hacer las tareas pendientes, ahora toca descansar y conectar conmigo para cuidarme y descansar”
Los descansos y la hora de comer son unos momentos perfectos para desconectar y tener una agradable charla con los amigos o la familia. No los estropees. Evita hablando del trabajo, dedica este tiempo a hablar sólo de cosas agradables totalmente ajenas al mundo laboral o las obligaciones y responsabilidades del día. Recuerda que se trata de desconectar.
6. Coge el ritmo poco a poco
Empieza cuanto antes con una rutina clara y mejor te adaptarás. En casa
intenta mantener los horarios en las comidas, la hora de levantarte y hora de acostarte.
En el trabajo comienza realizando aquellas tareas que te resulten más agradables y llevaderas y la intensidad deberá ir de menos a más. Todavía no estás al cien por cien de tu capacidad y por ello es importante empezar con tareas que no requieran mucha intensidad. De esta manera te será más fácil empezar e ir cogiendo el ritmo hasta que consigas llegar a tus niveles de trabajo normales.
7. El ocio no solo está en las vacaciones
En los periodos vacacionales disponemos de más tiempo para el ocio, pero eso no quiere decir que cuando dejemos atrás las vacaciones el ocio se deba quedar también aparcado. Aunque volvamos a la rutina también disponemos de tiempo libre que podemos dedicar a actividades que nos resulten placenteras y nos ayuden a desconectar de la rutina y cargarnos de energía.
Plantéate seguir realizando algo que te guste mucho durante el año, pero no basta solo con pensarlo, hay que concretar poniendo una fecha en el calendario. De nada sirven estos propósitos si no los conviertes en acción.
Para ello haz una lista con aquellas cosas que necesitas en tu día a día para sentirte tranquilo y relajado, estas pueden ser momentos como un café tranquilo y a solas, actividades como la hora de ir al gimnasio, o personas como unas amigas con las que compartes unas risas, pequeños detalles que te generan bienestar. Piensa cuales van a ser y al mismo tiempo ponles un lugar en tu agenda para llevarlos a cabo.
Como ves son pasos sencillos que pueden hacerte más fácil y llevadera la vuelta de las vacaciones. Solo tienes que ponerlos en práctica y verás como notas los resultados en unos días.
¿Qué beneficios nos aporta a nivel psicológico seguir una rutina?
No todo va a ser negativo, también hay aspectos positivos en la vuelta a la rutina y en ellos nos podemos centrar para adaptarnos mejor:
1. Aporta seguridad:
La sensación de poder predecir nuestro entorno y lo que puede o no puede ocurrir nos da cierta seguridad. Esto nos permite concentrarnos más en las tareas del momento y vivir más en el aquí y el ahora despreocupándonos de alguna manera de los posibles imprevistos.
2. Disminuye el estrés:
Además de organización necesitas flexibilidad para entender que aunque sucedan imprevistos, sabes que es una situación puntual y podrás hacerle frente.
3. Liberamos recursos atencionales.
Saber qué hay que hacer cada día permite no perder tiempo organizando y volviendo a organizar. Nos libera recursos atencionales al funcionar “en automático”. Es como tocar un instrumento, hablar un idioma, conducir… cuando comenzamos a aprenderlos nos costaban muchísimo, pero una vez aprendidos los hacemos de manera automática, no consumen atención.
4. Nos permite ser más productivos.
Si fijamos un tiempo determinado a cada actividad, aprovecharemos mejor ese tiempo. A lo mejor al principio es más difícil, y es normal, pero poco a poco se fijará el hábito. Siéntate y dedica tiempo a organizar tus días. Empieza por establecer un plan semanal y verás cómo es posible tener tiempo para llevar a cabo muchas actividades. Tener una rutina te permite encontrar tiempo para todo lo realmente importante.
5. Conseguirás una mayor satisfacción personal.
Ya que con una rutina es más probable que alcances tus metas diarias. Pero no olvides que esas metas no tienen que ser grandilocuentes y llamativas, sino aquellas que a ti te gusten y hagan feliz.
¿Cómo afrontar el estrés del fin del teletrabajo?
Como hemos comentado anteriormente, otro hecho importante que nos encontramos desde el año 2021 en cuanto a la salud mental se refiere, es que esta vuelta a la rutina desde las vacaciones se presenta de forma extradionaria, ya que en esta ocasión también se une el hecho del fin del teletrabajo provocado por la pandemia del Covid, puesto que muchas empresas han decidido aprovechar este momento para reincorporar de forma presencial a los empleados que se encontraban trabajando desde casa.
No podemos olvidar que desde que comenzó la pandemia hemos vivido situaciones muy estresantes, donde el aislamiento, el miedo al contagio, miedo a permanecer en espacios cerrados con más gente, la falta de contacto social… todo ello estresores de primer nivel, nos han acompañado. Cada persona ha vivido el confinamiento de una forma diferente pero hay sensaciones y sentimientos que muchos comparten, como son: los sentimos de ira y de tristeza por todo lo que hemos perdido.
También es verdad que el teletrabajo ha sido duro para aquellas personas con niños en casa, donde las jornadas eran muy largas y a esto tenemos que sumarle la ansiedad que en un principio los trabajadores notan, porque no saben lo que se van a encontrar en su reincorporación presencial. Por eso las empresas deben ofrecer el entorno lo más seguro posible para que se minimicen los riesgos y con ello los niveles de ansiedad.
Pero además, volver al puesto de trabajo supone enfrentarse a miedos y sensaciones desconocidos por los trabajadores, ya que en muchos casos han estado más de un año separados de su entorno laboral habitual y ahora regresan a un espacio que aunque parece ser el mismo, reabre con restricciones.
Lo primero es intentar recuperar la rutina lo antes posible, y es que últimamente hemos escuchado muchas veces la palabra nueva normalidad, la cual de por sí es una contradicción, porque algo nuevo no puede ser lo normal. Así que las personas que regresan al trabajo vuelven a una contradicción.
Por un lado, algunas están deseando volver a la oficina, les alegra volver a ver a los compañero, pero al mismo tiempo pueden suponer un peligro al considerarlos peligrosos, porque pueden transmitir el virus. Hay cantidad de contradicciones en el entorno y crean el efecto de disonancia cognitiva, que se refiere al malestar que nos provoca el pensar una cosa y hacer otra totalmente diferente.
Estas son emociones que nos generan sentimientos desagradables y al mismo tiempo nos impiden avanzar en nuestra faceta personal pero también en la laboral. Por ejemplo, el miedo, entendido como una respuesta cognitiva a una amenaza, favorece la adaptación del ser humano ante determinados peligros, pero si se mantiene en el tiempo puede predisponer para el surgimiento de enfermedades físicas y trastornos psicológicos, y también agravar patologías previas.
Por ello es primordial tener en cuenta en este regreso las emociones, ya que ante esta situación la forma en la que nuestro cerebro procesa la información no es lógica y por ello nos cuesta actuar de forma adecuada. De manera que la mejor forma de actuar es ir poco a poco rompiendo la barrera del miedo, es el momento de acostumbrarse a volver a trabajar con los compañeros en la oficina, de volver a comer con ellos, se vuelve a los horarios y a la rutina. En definitiva, necesitamos tiempo para acostumbrarnos y volver al contacto social en el trabajo sin ansiedad.
La ansiedad y el rendimiento tienen una relación muy particular. Un poco de ansiedad es buena porque te ayuda a cumplir objetivos pero cuando sobrepasa los niveles óptimos es mala. Por ello, es normal que en los primeros días de trabajo haya un peor desempeño si las emociones que se dan en los trabajadores son el miedo y la ansiedad por enfrentarse a esta situación.
Ante este panorama pueden aumentar en los próximos meses las bajas por ansiedad y depresión y podemos encontrarnos también con un aumento en los accidentes laborales, debido al deterioro psicológico de los trabajadores.
La salud mental es un factor clave en el ambiente laboral; es indispensable para que los empleados puedan ser efectivos y contribuyan a la productividad de las organizaciones. Por ello es primordial que las empresas respalden la salud mental y bienestar emocional de sus empleados. Ahora el papel de las empresas debe centrarse en cuidar a las personas que trabajan en ellas. Es importante enseñarles a fortalecerse psicológicamente, que tengan estrategias para llevar mejor el estrés.
Una forma de ayudar en este proceso es teniendo en cuenta las situaciones personales de cada uno, mostrarse muy flexibles para cambiar de planes de un día para otro, estar abiertos a los cambios y tolerar la incertidumbre, la cual es una de las situaciones que las personas manejamos peor y que crea mucha ansiedad.
Así que, tanto si vuelves a la presencialidad como si la combinas con el trabajo a distancia, la idea de retomar ciertas rutinas puede ocasionarnos estrés y ansiedad si no sabemos gestionarla bien, despertando en nosotros diferentes tipos de incomodidad o malestar.
Estas son las principales reacciones que podrías experimentar en tu regreso:
- Miedos relativos a la salud. Aunque las medidas para contener la pandemia de la Covid19 van mejorando paso a paso, muchas personas siguen sintiendo miedo a enfermar o a contagiar si empiezan a romper sus burbujas de convivencia.
- Pereza por retomar viejas rutinas. Nos acostumbramos rápido al teletrabajo y cambiar ahora los hábitos construidos a lo largo de los últimos meses no es sencillo.
- Añoranza de la libertad. Si eres de las que han disfrutado de la flexibilidad horaria, mayor concentración, menor sensación de estar supervisada, mayor autonomía y, en definitiva, mayor comodidad que trabajando presencialmente, puede que temas perder estos beneficios.
- Aversión hacia la convivencia. Sobre todo con el jefe y compañeros con los que no encajamos. El teletrabajo no los ha hecho desaparecer, pero sí que el contacto sea mínimo.
- Estrés del tiempo justo. El teletrabajo puede ser aburrido e incluso suponerte más horas de trabajo. Sin embargo, también ahorra mucho tiempo al cabo del día, así como el estrés derivado de las prisas, el uso de transportes públicos, estar en un sitio cuando no siempre es necesario… La presencialidad y los horarios establecidos significará tener que replantearse de nuevo los horarios y hacer acrobacias para ser productivos.
La vuelta al trabajo presencial puede suponer en el individuo un gran impacto psicológico, por es importante hacer una evaluación personalizada de cada trabajador y en caso de que se detecten altos niveles de ansiedad y/o un miedo intenso, es recomendable que la vuelta al trabajo presencial se haga de forma flexible, paulatina y poco a poco con el objetivo de que la persona se vaya acostumbrando y minimizar en gran medida el posible impacto.
Pero no todo va a ser negativo, volver a la recuperación del trabajo presencial también aporta beneficios desde un punto de vista psicológico y emocional frente al teletrabajo como son:
- Sensación de pertenencia: Sentirse perteneciente y parte de un grupo o una comunidad son indicadores de salud mental, por lo que recuperar el contacto social y las relaciones sociales en el puesto de trabajo es fundamental en el bienestar de la persona.
- Disminución del sentimiento de soledad: en ocasiones los teletrabajadores pueden sentir que cuentan con una escasa red de apoyo.
- Mejora de la comunicación entre equipos y departamentos
- Disminución del estrés y la ansiedad de cara a la conciliación familiar y laboral.
- Aumento de la productividad y la disminución de la procrastinación (cuando en lugar de hacer una tarea que es importante dedicas tu tiempo a hacer otras cosas que te generan un mayor placer. Lo que viene a ser dejar para mañana lo importante de hoy)
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